Tulio, el santo sacerdote de Simití, que se niega a colgar sus hábitos
En medio de la soledad que deja el paso del tiempo, parece que fuera una historia increíble de creer, ese realismo mágico que nos hace sentir lo nuestro. En un pequeño cuarto de la parroquia de San Antonio de Padua de Simití, Bolívar, yace en un aposento cálido un sacerdote impoluto, con una humildad diáfana que se disemina por todo el entorno donde da un paso.
¡Para ser santo… no es necesario vivir inmóvil en un nicho! sino caminar lerdo por las viejas empolvoradas calles, dejando que el impávido sol del mediodía haga su milagro… ahí en medio de montañas y ciénagas, se siente como un santo para servirle a los enfermos y necesitados, él, ha entregado toda su vida, sin recibir nada a cambio, a todos, sin excluir a nadie.
Lo bautizaron en vida como el Santo Tulio, que tiene una santidad y un don divino, inclusive de evocar milagros.
Se trata de Tulio Quiroz Navarro, el santo sacerdote de Simití, que realizó su última misa este 28 de julio a las 10 de la mañana en la iglesia San Antonio de Padua de Simití, ya que su edad lo imposibilita de seguir ejerciendo el sacerdocio.
El Bellísimo Tulio; nació en una vieja finca de Talaguanuevo en el departamento de Bolívar, conocida como “Nuevaidea, en el corregimiento de El Porvenir; ubicado allí, a bajito del brazo de Mompox, donde se crío en la ribera, al lado de seis hermanos, aunque una de la niña, murió muy pequeña. En medio de una pobreza extrema y sin tener un solo juguete, se divertía con los regalos que le ofrecía la naturaleza, «casquitos» de totumo y lanchas de balso; pero su don divino desde niño era notable; vaticinaba lo que sucedía alrededor de él, todos esos momentos tristes lo hizo sobresalir del entorno tosco para convertirse en un buen sacerdote.
El sacerdote, Alberto Caicedo Vizcaíno; como pudo, logró que, sobre tropiezos, realizara los años elementales de primaria; pero como era dedicado al estudio y tenía la tendencia de orar ante Jesús, en el desayuno, almuerzo, cena y antes de acostarse; ya que su formación católica fue de cuna; se la inculcó su madre desde pequeño y su abuela materna, quien se quedó con él desde los cinco años de edad; ella, le marcó la ruta del sacerdocio.
Pasado el tiempo, los años intensifican los inviernos, por cosas del destino, el Concejo del municipio Mompox, le asigno una beca en el año de 1964 y como siempre los políticos lo “embarran a la entrada o a la salida” uno de esos alcaldes “cachiporros”, le quitó la beca con que estudiaba en el colegio de Pinillos; todo parecía que llegaría su a fin… pero, como pudo, el chico criado en el lodo que deja la lluvia del pasado, terminó la secundaria, apoyado por Monseñor, Eloy Tato Lozada, primer obispo de Magangué.
Ya se perfilaba como un seminarista de los pobres, y así siguió adelante, y con una beca nacional estudio en el seminario Nacional de Cristo Sacerdote de La Cejas, Antioquia, donde se edificó durante siete años, como un buen hombre de Dios. Entre muros frescos y tranquilos, transcurrió su formación académica y el 25 de marzo de 1977 se hizo realidad su sueño, se consagró como sacerdote, donde fue ordenado por Monseñor Tato de Magangué; hace 47 años y desde ese momento tenía una vocación arraigada de servir a la sociedad, sin distingo social, político o religioso; como un verdadero peregrino que camina por el sendero de las estribaciones de la cordillera Central, llevado siempre la verdad, la fe y la palabra de Dios.
Sirvió 10 años como sacerdote al municipio de Morales, Bolívar; en Canelos duró tres años y siete entre Santa Rosa del sur y Simití, de esos 47 que le sirvió a la gente con vocación.
Este 28 de julio del presente año, el santo sacerdote, Tulio, desarrolló su última ceremonia religiosa en la iglesia San Antonio de Padua del municipio de Simití, en el departamento de Bolívar, donde entregara sus últimos años a su familia, pero sus hábitos se irán con él… para siempre.
Ahora regresará al lugar donde la vida lo vio nacer, para vivir en la pobreza donde nació, sin lujos, sin propiedades, pero si con una alma inmarcesible que no se doblega ante el pecado, para seguir sirviendo como un verdadero sirvo de Dios; hoy muchos cristianos católicos quieres darle presente; pero lo que más se requiere es una buena cama para descansar, para que la caída de la noche lo fortalezca y la aurora lo reciba cada amanecer con los rayos del astro sol que le dan la vitalidad de seguir sirviendo a los necesitados, mientras él pueda abrir sus ojos, para seguir brindando a los demás, la palabra del redentor.
El sur de Bolívar, necesita muchos santos vivos como Tulio, que propague la verdad y la bondad, porque lo quebrado que es la geografía de la serranía de San Lucas, está plagada e infectada de “diablillos” que invaden el territorio de ambiciosos y otros demonios que generan terror, dolor y muerte.