Por primera vez en la historia los simiteños se encuentran representados en el séptimo arte y la cinta de José, un pescador humilde del sur de Bolívar, marca el personaje central de la primera película de ficción del director colombo-belga, Nicolás Rincón Gille, de la cual se estrenará el próximo 19 de marzo en salas de cine; pero el 24 de marzo… estará en Simití, Bolívar, todas las almas simiteñas podrán ver, “Tantas Almas”
Parece una crónica tomada de esos episodios sangrientos que se sintió en la década de los 90 e inicio de los primeros 10 años del nuevo milenio; vivencias que aún sienten los habitantes del Magdalena Medio, cuando Julián Bolívar y Ernesto Báez, montaron el teatro de horror en San Blas y, vivir en el arte, con personajes castizos, natos, te remontan al pasado de una historia que No se quiere repetir.
Cada escena, cada fotografía, cada trama, muestra la realidad cruda que vivió José, un viejo pescador, que regresa a su casa después de una larga noche de trabajo. A su llegada descubre que los “paracos” mataron a sus dos hijos varones, Dionisio y Rafael, y arrojaron sus cuerpos al río. En medio de un profundo dolor José decide partir en su búsqueda. Quiere, como sea, enterrar los suyos, como lo merecen e impedir que se queden en el limbo, como tanta alma en pena que quedaron volando en el espacio, después de ser torturadas, descuartizadas o asesinadas.
Es la historia vivida en carne propia por muchos protagonistas del sur de Bolívar, que tuvieron que soportar la ciénaga de los caimanes o el río de la muerte, antes de ser montado en la “última Lagrima” la camioneta que grabó en el olvido los gritos que nadie pudo escuchar, sus suspiros de aquellos que suplicaban sólo vivir un día más.
El 24 de marzo será la cita y todos los simiteños podrán ver la tan esperada película, imágenes grabadas en su propio territorio; este viaje en solitario, refleja que José, sentado sobre la proa de su canoa, descubrirá la magia de un país que se convirtió en un infierno, un capitulo que todo el mundo quiere cerrar y que las cicatrices son tan profundas e inmarcesibles, que nadie puede borrar de la memoria tan fácilmente; ellas quedaron plasmadas en la escena de sus vidas, Dionisio y Rafael que fueron asesinados y sus cuerpos arrojados al rio. Igual a lo que ocurrió en el puente de Paredes e Inanea; donde muchos hombres y mujeres se los tragó la corriente del río; madres y padres se atrevieron a desafiar la fuerza oscura de “Casaverde…” levantar las palizadas que se forman en las playas lúgubres, para almeno hallar un pedazo del recuerdo de esas almas que quedaron atrapadas en los suncos de los zarzales y juncos que forman el delta del río.
Muchos de los nombres retumban aun en el eco que ronda el imaginario de la manigua, que golpea lo más sensible del alma, José decide buscar los restos, quiere enterrarlos como lo merece cualquier cristiano e impedir que sus seres queridos divaguen solitarios por el mundo, como almas en pena.
Son muchos los pergaminos que buscara la película “Tantas Almas; pero lo más relevante, es la esencia de los nativos, de los pescadores, hacer parte de ese mundo mágico de la cinematografía hecha en Simití.