Última Cena, de la Semana Santa Infantil de Simití
Cuando llegó el día de la fiesta de los Panes sin levadura, en que debía sacrificarse el cordero de la Pascua, Jesús envió a Pedro y a Juan, diciéndoles:
—Vayan a hacer los preparativos para que comamos la Pascua.
Así se vive la semana Santa de niños y niñas desarrollada en el municipio de Simití, en el departamento de Bolívar; los pequeños desarrollaran desde el domingo de Ramos hasta el miércoles, cuando todos lo chiquillos, llevaran el féretro de Jesucristo en un desfile de lo más lindo del mundo.
—¿Dónde quieres que la preparemos? —le preguntaron.
—Miren —contestó él—, al entrar ustedes en la ciudad le saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua. Síganlo hasta la casa en que entre y díganle al dueño de la casa: “El Maestro pregunta: ¿dónde está la sala en la que voy a comer la Pascua con mis discípulos?”. Él les mostrará en la planta alta una sala amplia y amueblada. Preparen allí la cena.
Lleno de colores, los menores de edad, en vivo, desarrollan la historia de Jesucristo; en la iglesia de San Antonio de Padua, iglesia que data desde el siglo XVII, la recreación es real.
Ellos se fueron y encontraron todo tal como les había dicho Jesús. Así que prepararon la Pascua.
Cuando llegó la hora, Jesús y sus apóstoles se sentaron a la mesa. Entonces les dijo:
—He tenido muchísimos deseos de comer esta Pascua con ustedes antes de padecer, pues les digo que no volveré a comerla hasta que tenga su pleno cumplimiento en el reino de Dios. Luego tomó la copa, dio gracias y dijo:
—Tomen esto y repártanlo entre ustedes. Les digo que no volveré a beber del fruto de la vid hasta que venga el reino de Dios.
También tomó pan y, después de dar gracias, lo partió, se lo dio a ellos y dijo:
—Esto es mi cuerpo, entregado por ustedes; hagan esto en memoria de mí.
De la misma manera, tomó la copa después de cenar y dijo:
—Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que es derramada por ustedes.
Así terminó una de las escenas más maravillosas de la última Cena; la ceremonia, presidida por el sacerdote y párroco de Simití, Antonio Flórez Duque, quien le coloca todo el empeño para que las tradiciones cristinas que datan del siglo XVII se trasmitan de generación en generación y nunca desaparezcan.