El secreto de las primeras brisas procedentes de la serranía de San Lucas; abre el esplendor amarillo de las flores de cañahuate, que dibuja sobre el asfalto la imagen del súper árbol, que desnuda su belleza para soportar la sequía.
Esta postal que parece extraída de otro mundo; nos atrapa en el realismo mágico de vivir en una zona hermosa, con todos los pisos térmicos.
Cuando al perder el árbol todas sus hojas, evita la eliminación de agua en sus tejidos, de esa manera, regula el equilibrio hídrico y se convierte en un vegetal maravilloso.
Dios… convertido en todo un artista, plasma en el paisaje sur bolivarense una belleza inmarcesible e inigualable en la vida silvestre.
Dice la leyenda: “Frente a la ambición de los conquistadores españoles por profanar las tumbas de los caciques, en busca del preciado metal Dorado, El Dios indígena Khiwüití, decide esconder el oro bajo la tierra; lo derrite desde la guaca, para que suba a través de sus raíces e irrigue por el tallo las ramas y la magia del color del oro, eclosiona cuando los primeros rayos estimulan sus pistilos”
Las flores de cañahuate abren sus envolturas con la seducción de la brisas de verano; la belleza inmaculada de su color, oculta la policromía del prisma del arco iris.
El amarillo encendido es la esencia de la luz y es la materia que califica que en nuestro territorio abunda el dorado; pero esta es la riqueza más grande del mundo, el agua… NO… el oro.