La peste del siglo XVII acabó con la ciudad de San Antonio del Toro de Simití.
El 25 de abril de 1798, siglo XVII, una nube negra cubrió los cielos de la ciudad de San Antonio del Toro de Chiwüití, y desde ese momento retrocedió su desarrolló.
Al igual que Cartagena, Mompos, Tunja, Popayan, Quito, Lima, Bogotá, Santa Marta; La ciudad de San Antonio del Toro de Simití, era tan importante como los centros más poblados de la época; San Antonio del Toro por ser ciudad de paso y epicentro del oro de la corona española, (Guamocó) siempre estuvo en riesgo, una peste la borró.
Simití, tiene ese pasado triste en el siglo XVII, siendo una de las ciudades más representativa del Nuevo Reino; una extraña enfermedad arrasó con su prosperidad; de los mil 345 habitantes, siendo una súper población para esos tiempos, auge de las Minas de Guamocó y poblado para descansar los viajeros que cubrían la ruta del mar Caribe al interior del país; en ese periodo, la ciudad desaparece en su importancia.
Por carecer de canalización, acueducto y arrojar las excretas a los patios o a los playones, se infectaron más de 4 mil quinientos cerdos, que temblorosos se desmoronaban al suelo, como si una maldición les hubiese caído. La impotencia se reflejaba entre las familias nativas, tenían en ese periodo colonial, dos marranos por habitante, pero el problema que lo llevó al abismo presuntamente es que los animales de corral se alimentaban de las heces fecales que producían los habitantes y comenzaron a morirse propios y visitantes, una enfermedad extraña que nadie comprendía, rondaba en el lugar.
Lo que aun NO se tiene claro, ¿cual fue la causa de la mortandad humana? según documentos que reposan en el Archivo General de la Nación, Libros de Tierras; la causa del aniquilamiento alcanzó posiblemente el 47 por ciento de la población; la peste que arrasó con todo fue la viruela, o tal vez leishmaniosis, la malaria o una peste provocada por cerdos, a la cual la bautizaron como Peste Negra, muy parecida a la de Europa.
Ese día en que monjes, viajeros, conquistadores y comerciantes pernoctaron las 24 horas en la ciudad, se desató la horrible noche; mientras caían hombres, mujeres y niños al suelo, botando espuma por la boca; se habla que el pregonero salió alarmado, gritando por las calles «Llegó la peste a la ciudad de San Antonio del Toro de Simití» ahí, comenzó su decadencia, el 25 de abril de 1798 y nunca pudo levantar su desarrollo.
Las familias que lograron escapar del lugar infectado, emigraron al monte, cruzaron ríos y así, entró en decadencia una de la ciudad más prospera del Nuevo Reino y de la noche a la mañana se convirtió en un pueblo fantasma, en una aldea de ranchería lúgubre, desolada, donde la miseria era total.
La recuperación como sociedad, fue lenta, nadie quiso regresar al lugar; Simití, el nuevo pueblo que quedo aislado por muchos años, hasta el municipio que tenemos hoy en día, no pudo recuperar su auje; las pestes de gallinas y cerdos regresaron nuevamente al poblado, pero con menor impacto e intensidad.
Caían temblorosos al suelo cerdos, gallinas; recuerda el pescador, Abel Antonio Ortiz Palafor, que vivió la peste de cerdos en 1963, la misma historia narrada por Juan Bautista Pontón Berruezo (el carpintero) en la década de los 40, pero en menor escala y con menor intensidad, cantidad de hombres fueron afectados, pero pareciera que hubiesen creados defensas que NO los afectaron por completo; eran tanto los cadáveres de animales de corral que morían sin razón, ellos tuvieron que trasladar los cadáveres de los porcinos, a la isla Moyar, para incinerarlos y evitar una hecatombe mayor, porque la peste, la endemia producida por animales, mutaron en humanos una o tres veces más en la historia de Simití.